
Esta Nicaragua del mundo
Por Salvador Ramón
Esta Nicaragua del mundo, de alma pinolera; de cánticos revolucionarios y lucha proletaria; de machete y azadón, de maíz y de frijol, de café y de cacao; de marimbas y folclore, de chinelas y botas de hule, de quintales y sudores; de tamales, güirilas, chanfainas y chicharrones, de pan de coco y de rondones, de cuajadas, huevos y carne en ocasiones; de jinetes y bueyes cargados y carros a caballo.
Esta Nicaragua… de sequías y de lluvias, de ríos, lagos, valles, cerros y volcanes; de paste, helechos y palos de frutales, de los árboles inmutables; de guardabarrancos y quetzales, de mariposas y corales, de garrobos, congos y felinos memorables, de zancudos y alacranes; de mosquiteros y enfermedades.
Esta Nicaragua… de indios y mestizos, de caribe y de pacífico, de negros, cheles y mulatos; de culturas escondidas y parajes prohibidos, al abrigo, de las virginales selvas naturales, de historia conquistada, combatida y sepultada; de hospitalidad y caridad, de incorrupto espíritu humano, de comida y cama procurada, de cocinas humeantes, de casas familiares y secretos allí guardados, por el chancho, bajo llave; de gentío y vida en los mercados de las calles; de partidos en el cuadro y novelas a la tarde; de rancheras entonadas y arrastrados “vagos”, por el guaro, envenenados.
Esta Nicaragüita… de inocentes chigüines, de juegos en mitad de los caminos, barrosos o polvorientos, de la trepa a los árboles, de pedradas a los grandes mangos, de moreras en la vereda de las sendas; de ventas de barrio y constancias; de buses rebosados y comandas, de persistentes distancias y basuras por las ventanas, botadas, quemadas o enterradas; de monosílabos gesticulados, felizmente expresivos, sombras marchitas de lenguajes florecidos.
Esta Nicaragua… de terremotos y desastres naturales, de ayudas internacionales; de oportunistas, inversores y canales, de saqueos gubernamentales y presuntos ideales, de desigualdades sociales abismales; de proxenetas jubilados, turistas y “reales”, de ladrones y temerosos “huele-pega”, a la noche, en las ciudades.
Esta Nicaragua, que también es, de las aisladas comunidades, de los gallos, las apuestas y los corrales; de los miedos conyugales, de la “trata” y las deserciones penales; de las tierras arrebatadas, los pleitos por la gallina y la resolución por el puñal; de la hija regalada, a la madre, violada y abandonada, de la pena y de la vida resignada; de la falta de nobleza y del olvido, con endémica frecuencia, de la moral.
Esta Nicaragua, que descubro ahora por primera vez, que tanto me recuerda, a mi tierra en la niñez…